Aceite para FREÍR

Sofocante. En el barrio 10 de Julio los repuestos de autos hierven bajo el sol de la tarde. Sus vendedores sudan. Los transeúntes sienten el olor que desprende el calor.

“El calor del barrio 10 de Julio,
no está sólo en su temperatura”

En la calle, un sol intenso. El asfalto de la esquina de Arturo Prat con 10 de Julio se calienta, arde como para cocinar un huevo. Los vidrios cerrados de los autos que pasan, permiten que el aire fresco se mantenga al interior. Los automovilistas se muestran apacibles. El aire acondicionado lanza una suave brisa en sus rostros. Mientras, los vendedores de la calle buscan refugio en la sombra de los árboles. Gotas de sudor empapan sus camisas.

Han pasado 4 horas. Armando continúa de pié vendiendo plumillas de limpiaparabrisas a los autos que pasan raudamente a su lado. La velocidad con que pasan los vehículos hace que un suave soplo de viento sosiegue el calor de la tarde.

Armando observa con envidia a su competencia. Los locales establecidos de repuestos. En ellos, los mecánicos trabajan ocultos del sol. Así logran capear el calor que se hace sentir.

Don Jimmy asoma la cabeza por la puerta de su botillería y espanta a un perro que intenta entrar. Entabla conversación con el dueño del taller mecánico colindante y se limpia la frente de sudor con su pañuelo. Mira de reojo a Armando, con algo de recelo.

Los rayos de sol caen sobre los transeúntes, dejándolos sin aire. Es asfixiante el olor a motor y calor. Un aroma nauseabundo que se produce por la mezcla de aceite y transpiración. Armando respira dificultosamente y devuelve la mirada a don Jimmy, ambos gesticulan una sonrisa forzada, ambos comparten el calor de la tarde.