La imaginación no se aleja mucho de la realidad, esta calle vibra cada día con los ruidos de motores y herramientas. Vislumbra con ese fuerte carisma que le impregnan al sector los vendedores y trabajadores. El barrio explota con el movimiento interminable de transeúntes y automovilistas que buscan y buscan algún repuesto para su vehículo o enchular su cacharrito.
No es un lugar para ir a pasear un fin de semana, porque si lo que se busca es tranquilidad, el barrio lo que menos tiene es eso. Sin embargo para alguien que quiere experimentar qué se siente estar en un lugar agitado, que no respira y que constantemente incita a la actividad, es el barrio ideal.
Los mecánicos, es su mayoría cuarentones, son amables. Sobre todo cuando transita por la vereda una señorita curvilínea y mostrando más piel de lo común. En general sonríen a los transeúntes, lo hacen más con ganas de vender algo que por amabilidad. Pero una sonrisa siempre es bien recibida.
10 de Julio tiene algunos rincones que valen la pena conocer, para los más osados están los café con piernas, pero también se encuentran boliches y bares que aportan en el ambiente cohesionado del sector.
Es difícil de explicar, pero el barrio deja una sensación de estar inmerso en las raíces de los Santiaguinos. Nos entrega lo que ya sabemos que existe, pero es diferente imaginárselo que experimentarlo. Los talleres mecánicos son sin lugar a dudas el lugar ideal para romper con todo y empezar de nuevo, al igual que lo hace la mayoría de nosotros al comenzar un nuevo día.
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