Armando Logo: Buscando su NORTE

Llegar a un país donde todo es desconocido, siempre trae muchas dificultades. Armando Logo llegó desde Perú con prácticamente lo que traía puesto y con el sueño de poder ser en Chile lo que en el en norte no pudo. Ahora trabaja como vendedor ambulante en la avenida 10 de Julio y sobrevive cada sábado en este mar de gente.
De cuerpo delgado y tez oscura, Armando Logo pareciera que tuviera mucha más edad de la que en verdad posee. Tiene grandes ojeras y un gorro le cubre la mitad de la cara. A sus 28 años le ha tocado vivir muchas cosas duras en su vida. Pero vive el día a día “a concho, como dicen aquí en Chile”, sonríe. Mientras se fuma otro cigarro.

En Arequipa dejó a sus padres, a quienes no ve desde que llegó a Chile. Se vino porque le llegó el rumor de que éste era el país de las oportunidades. Ahora, siete años después, aún cree esto. Hizo de todo cuando llegó, pero siempre ha estado relacionado con el mundo de los autos. Los ha estacionado, lavado e incluso sabe algo de reparación.

Su infancia la pasó de trabajo en trabajo para ayudar a costear los gastos de él y sus otros dos hermanos. Siempre fue de pocos amigos y de no hablar mucho. Aun hoy en día le complica relacionarse con la gente. Es conocido sólo por presencia, más que por haber entablado conversación con los vecinos. Pero a la hora de hacer su trabajo la timidez la deja de lado y su faceta de comerciante sale a flote.

Acá en Santiago no tiene a nadie. Duerme en una residencial de Recoleta, junto con otros peruanos. Pero no se relaciona con ellos ni tiene amigos. Su única compañía son los cigarros y el alcohol. “Me suben el animo y nunca me van a dejar solo”, murmulla. El amor no lo conoce, o por lo menos ya no lo recuerda.

“Es muy callado y reservado, nunca habla con nadie. Es de pocas palabras y siempre tiene cara de desconfiado”, señala Jimmy Forde. Dueño del Comercial Colonial, una botillería, ubicada en la misma esquina donde trabaja Armando. “Es buena persona, se nota que ha sufrido harto el cabro”. Armando compra la mayoría de las veces un vino en caja antes de irse a casa, luego enciende un cigarro y se despide de Jimmy.




Ser vendedor ambulante

Se le ve, vendiendo en la esquina de Arturo Prat con 10 de Julio, cada día. Pero por sobre todo los sábados en la mañana, que es cuando hay más gente en la calle. Vende plumillas de limpiaparabrisas y las ofrece a los autos que pasan rápidamente al lado de él. Hace esto hace cinco años y durante la semana se dedica a conseguir los productos que vende.

“Él vende puras cosas robadas, y eso da bastante rabia. Porque de cierta manera nos quita clientes a nosotros y más encima delinque sin que nadie haga nada por eso”, comenta molesto José Valenzuela, dueño de la Desarmaduría Copiapó, ubicada al lado del Comercial Colonial. “En verdad, a mi no me gusta nada él. Es uno de esos típicos peruanos que vienen al país a quitarnos la pega a nosotros, los chilenos”, agrega con disgusto.


Armando no dice de donde saca la mercancía que vende, pero no es de extrañar que se le culpe de ladrón, cuando él mismo admite que se hace cualquier cosa por tener un pan en la mesa. Y sabiendo también, que la mayoría de las cosas que se venden fuera de los negocios son robadas.

Como es costumbre, al terminar su jornada de trabajo Armando se aleja con un vino en una mano y un pesado humo blanco saliendo de sus pulmones. Se va, mentalizado para volver mañana, a la rutina diaria que se ha convertido su vida.

No hay comentarios: